Solo tres pueblos de la provincia de Granada resisten al Covid-19. Más de un año después del inicio de la pandemia, Carataunas, Cástaras y Lobras no han registrado ningún caso de Covid-19. Los habitantes de estos tres pueblos de la Alpujarra Granadina, poco poblados y donde la mayoría son de avanzada edad, han cumplido a rajatabla las medidas sanitarias para evitar los contagios y han tenido que dejar atrás, como en muchos lugares del mundo, costumbres y celebraciones entre los vecinos, lo que, sin duda, más echan de menos durante el periodo de pandemia.
En Carataunas, un pequeño municipio de 194 habitantes situado en el corazón de la Alpujarra, “los vecinos han tenido mucho cuidado y han seguido todos los protocolos de las autoridades sanitarias”, cuenta a GranadaDigital su alcalde, Diego Fernández. “Al principio decían: ‘Aquí no pasa nada’, pero han visto que se han producido muchas muertes y se han concienciado mucho. El Ayuntamiento ha aportado mascarillas, geles, guantes, sobre todo a gente sin medios o en exclusión social”, comenta.
En Carataunas no hay bares ni tiendas, pero allí acude todos los días el panadero y varias veces en semana el camión del pescadero y el de la fruta para abastecer a los vecinos. Algunos de ellos se desplazan a Órgiva, el pueblo más cercano, para ir al supermercado, cuenta el alcalde, quien destaca que desde el consistorio han insistido a la gente en que “respetara las distancias de seguridad cuando acudiera al supermercado para evitar contagios”.
Durante este año de pandemia a Carataunas no ha ido apenas gente de otros lugares. “Lo prohibimos tanto en el confinamiento como cuando había medidas en otros municipios para que no se desplazara nadie. Hemos contactado con la Guardia Civil para que controlara y no acudiese nadie al pueblo. La mayoría de la población es gente mayor y hay que tener mucho cuidado. Mucha gente tiene aquí su segunda vivienda y han intentado no venir”, asegura el alcalde.
Pese a no tener casos de Covid-19, el año también ha sido “diferente” en Carataunas y “lo que más ha echado de menos la gente han sido las fiestas y hacer comidas entre amigos”, afirma el regidor. “Por lo demás, ha habido vida normal, la gente ha ido a trabajar con normalidad”, añade. Los caratauneros no pudieron disfrutar de las Fiestas de San Marcos, el patrón del municipio, el 25 de abril, ni tampoco lo podrán hacer este año. En ese día especial en Carataunas hay “una procesión, una fiesta popular con verbena y fuegos artificiales”, comenta Diego Fernández. Tampoco pudieron celebrar la Fiesta del Padre Eterno, que tiene lugar el 14 de octubre. “Es una romería para todos los vecinos, una fiesta muy popular a la que viene gente de otros pueblos que son devotos”, añade.
En Cástaras, municipio de la parte centro-meridional de la Alpujarra Granadina, este año de pandemia se ha vivido “con mucha precaución”. “Somos pocos y tampoco nos movemos mucho. Hacemos todo en el pueblo y extremamos las medidas. La gente de fuera ha evitado venir, como es el caso de personas con segundas residencias aquí o de hijos que tienen a sus padres en el pueblo”, comenta Yolanda Cervilla, alcaldesa del municipio, que asegura que los castareños son “unos privilegiados”. “No sabemos dónde estamos hasta que pasan cosas así”, asegura.
Para evitar los contagios, el Ayuntamiento de Cástaras ha extremado la limpieza en las calles del municipio durante este año de pandemia, en el que los castareños han hecho “vida normal dentro de esta nueva normalidad”. “La gente va a su campo, al aire libre. Lo que sí ha cambiado es el roce de la gente. Nos saludamos, pero a distancia. Además, la gente evita salir del pueblo, sale lo menos posible”, asegura la alcaldesa.
Cástaras no tiene comercios y durante el confinamiento el Ayuntamiento gestionó para que una furgoneta llegara a suministrar alimentos a los vecinos y así evitar desplazamientos. Cada día, dos o tres panaderos venden pan en el municipio y la venta ambulante también suministra alimentos a los castareños, como cuenta la alcaldesa, que también apunta que hay vecinos que van “al pueblo más cercano a comprar, pero muy pocos”. “La mayoría de ellos hacen pedidos en los supermercados de Cádiar y Lentegí y se los llevan a casa”, añade.
Lo que más ha cambiado en Cástaras en este año de pandemia, pese a que no se han registrado contagios en el municipio, es el contacto entre los vecinos. “Antes teníamos mucho contacto, somos como una gran familia. Ahora nos vemos y nos saludamos a distancia. Antes la gente se juntaba en la Escuela de Adultos y decidíamos hacer ‘buñueladas’ entre los vecinos, ahora ya no se hacen. El poder tener contacto con tus vecinos, salir a pasear juntos, se evita”, explica la alcaldesa, quien también indica que la suspensión de las fiestas, algo que “seguirá mucho tiempo más”, es una noticia triste para los vecinos, que se quedaron sin poder celebrar las fiestas patronales en agosto o sin la fiesta de San Blas en febrero, entre otras.
En Lobras también se ha vivido este año de pandemia “con preocupación” pese a que no se ha detectado ningún caso de Covid-19. “La mayoría de habitantes son gente muy mayor, han vivido asustadillos, pero conforme pasaban los meses han estado bien. La gente sale a la calle con cuidado y se ha hecho limpieza en las calles”, asegura la alcaldesa, Francisca Martín. “En Lobras se respira un aire más puro, no hay aglomeraciones y todos han cumplido con todas las medidas. Al principio costó que la gente saliera con las mascarillas, porque no les gustaba”, recuerda. La alcaldesa destaca que ya todos los mayores de 80 años que viven en Lobras tienen la segunda dosis de la vacuna contra el Covid-19 puesta, una buena noticia.
El día a día en este pueblo de la Alpujarra Granadina, con poco más de 160 habitantes en total, también ha cambiado durante este último año ya que sus vecinos no pueden ya disfrutar de las habituales reuniones de mujeres y de las actividades de las asociaciones de mayores. “Es lo que más echan de menos. Antes organizábamos también cenas y comidas. Esto afecta a las personas porque es la única diversión que tenían”, asegura la alcaldesa.
Como también sucede en Cástaras y Carataunas, los vecinos de Lobras tienen que acudir al pueblo más cercano a comprar ya que la única tienda que había ha tenido que cerrar. “No podía pagar los impuestos. Estos pueblos se van a perder porque la gente no puede abrir nada porque no saca ni para pagar los autónomos”, lamenta la alcaldesa. Como la mayoría son gente mayor, las cuidadoras son las que se encargan de llevarles la compra a casa y evitar así que se tengan que desplazar a Cádiar.
Antes de la pandemia, en Lobras había turismo, especialmente durante los fines de semana. El pueblo cuenta con apartamentos y casas rurales que, de momento, se encuentran cerrados a la espera de que la situación mejore y todo pueda volver, poco a poco, a una normalidad.